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Foto del escritorFer Blanco

TRÓPICO DEL PLATA

Publicada en la web del Área de Comunicación y Artes Escénicas - artesescenicas.sociales.uba.ar


Una mujer desvanecida, tirada en el suelo, despatarrada, despeinada. Se para, como puede, y nos muestra su disfraz: pelo rubio abundante, depilación siempre, vestido corto y al cuerpo con brillos, cartera chota, zapatos de taco y labios color magenta. Y ella ahí, hecha concha. Saldría pero caminar le cuesta, es por tanta fiesta, así que se queda ahí esperando, hecha concha.

Se llama Aimé (la muy amada en francés) que también es parte de su disfraz y nos cuenta, como si nos contara un secreto, su historia. Lo conoció en un baile y tuvieron química al instante. Al poco tiempo la invitó a vivir con él. Se llama Guzmán, pero Guzmán no es nombre sino apellido, cuestiona ella que no es culta y no puede cuestionar. Además ellos se aman y ella debe entregarse al amor hasta desaparecer.

Guzmán también tiene su disfraz, todo peludo, tan peludo que ella ya ni recuerda su cara. Entra y se va por el techo, haciendo ruido por las chapas, sale a esa ciudad que él llama Trópico del Plata. Pero a veces entra por la puerta para ofrecer grandes fiestas: Las Noches de los Enmascarados. Generoso con sus amigos, los invita a conocer a Aimé y ella obediente a su amor por Guzmán los atiende, con sus disfraces dañinos en un ritual de violencia que la rompe por dentro y por fuera.

Como buen texto teatral, la información se nos va dando lentamente, desde el principio hay algo que no cierra y lentamente vamos haciéndonos de pistas en un relato que se vuelve una confidencia, donde Aimé nos cuenta lo que no se anima a contarse a sí misma. Pronto, la historia de amor es violencia, es abuso, es perversa al punto de revolvernos el estómago. Y así, Aimé se va animando a decir cada vez más, y mientras dice se permite custionar pero no puede escapar de su disfraz.

Todo en la obra está puesto a disposición del relato, una escenografía sencilla pero efectiva, que realza la soledad de Aimé, la precariedad de su vida, su encierro, su aislamiento, su exposición ante los demás. La iluminación acompaña los distintos momentos del relato y generan la intimidad de la confidencia. El vestuario es acorde al disfraz y logra expresar la incomodidad de Aimé en cada detalle. Laura Nevole es quien le pone el cuerpo a Aimé. También es ella quien recrea el personaje de Guzmán, desde los ojos de Aimé, y lo hace de tal manera que vemos dos personajes en escena. La actuación es impecable, nos hace entrar en el relato desde que se prenden las luces (y nos llevará algún tiempo para salir, inclusive después del aplauso). La dramaturgia, de Rubén Sabadini (se puede encontrar en el libro Diez por diez de Editorial Escénicas.Sociales), es un relato precioso que logra conmovernos y atraparnos desde la primera frase.

“Una de las funciones, creo yo, más específicas, más claras y evidentes del teatro es poner justamente a la violencia frente a los ojos del espectador y producir con eso algo”, dice Mauricio Kartun* dando cuenta que el teatro cumple con el ritual de poder hablar sobre violencia a través de la escena y “Trópico del Plata” es una obra de esas que no te dejan salir inmune del teatro, una obra que nos cuestiona, nos interpela, que nos enfrenta con la violencia y nos atraviesa por completo.

*Desgrabación de la intervención en el ciclo Violencia y Cultura, Biblioteca Nacional, 2013.


FICHA TÉCNICA

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