La escena enmarcada, una silla y un foco que ilumina, que dirige su luz a un único lugar. Él, el padre, nos va a presentar a sus once hijos. Primero se enunciarán sus virtudes, luego sus defectos, que terminarán empañando toda virtud. Es que ninguno lo satisface, como en una búsqueda de seguir creando en pos del sujeto perfecto que nunca sucederá. Es que él siempre tendrá algo para criticar. Hijos que no son suficientes para un padre. Hijos “a lo Kafka”.
En el espacio predominará el negro, el vacío. Resaltarán las actuaciones, la puesta, ensamble, el ritmo, las luces, el recorrido, el cuerpo en escena. La obra propone un padre ágil, astuto, cínico, que busca generar complicidad con el público constantemente, que se divierte en el relato y le pone ritmo al recorrido. Con una actuación que nos mantiene atrapados como espectadores, que nos regenera curiosidad en ese recorte de vida, de descripción.
Pronto aparecerán los once hijos, de traje, uniformados, coordinados y en bloque, pero cada uno en su particularidad. Actúan en conjunto, funcionan como un todo, pero cada uno en su especificidad, en un ensamble que se complementa de forma coreográfica. No hablarán, serán enunciados solo a través de su padre. Pero estarán siempre presentes y hablarán a través de sus cuerpos, de su expresividad, de su necesidad de mostrarse ante el progenitor, de ser vistos y aceptados. Serán ellos, pero bajo la mirada de su padre. Seres extraños, incomprendidos. El trabajo de ensamble que realizarán durante toda la obra, acompañando el monólogo del padre, constituye un trabajo de puesta precioso, que logra contar la historia a través de los cuerpos y las acciones, y nos va llevando en el relato. Complementándose, a la vez, con el trabajo actoral del padre que lleva la fuerza del monólogo desde la palabra, como si fuera un presentador carismático y de humor ácido.
“Once hijos” está pensada como un todo y permite resaltar en sus detalles. El trabajo de luces genera el clima ideal para cada acción, genera intimidad cuando es necesaria y lejanía cuando nos invitan a mirar ajenos. Genera climas y focos. Acompañando el trabajo actoral del padre, que se luce en toda la obra, y de los once hijos que tienen un trabajo de expresión minucioso que ensambla muy bien y no nos deja quitarles la vista.
FICHA TÉCNICA
Autoría: Franz Kafka.
Versión: Federico Ponce.
Traducción: Pablo Caramelo.
Actuán: Manuel Aime, Juan Pablo Antonelli, Camilo Balestra, Daniel Barbarito, Patricio Bértoli, Pablo Caramelo, Francisco Oliveto, Manuco Firmani, Juan Pablo Macas, Rodrigo Martinez Frau, Marcos Paterlini, Rodrigo Pedrosa, Lautaro Sosa Ruiz y Matías Tagliani.
Vestuario: Belén Pallotta.
Diseño de luces: Lucas Orchessi.
Diseño sonoro: Gustavo Lucero.
Fotografía: Victoria Nordenstahl.
Diseño gráfico: Javier Luppi.
Entrenamiento corporal: Verónica Litvak.
Asistencia de dirección: Francisco Oliveto.
Producción: El Kafka Espacio Teatral, Ziolo Garcés y Federico Ponce.
Supervisión: Graciela Schuster y Rubén Szuchmacher.
Coreografía: Verónica Litvak.
Dirección: Federico Ponce.
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